FERNANDO (42, Magdalena).- Después de seis años de enviudar y preocuparme de lleno en que a mis hijos no les falte nada y ayudarlos a superar la repentina muerte de su madre, volví a encontrar el amor.
Fue al conocer a Rebeca que sentí que mi vida cambiaba. Después de muchos años mi corazón volvía a latir rápidamente y a sentir ese cosquilleo en el estómago, al igual que con mi difunta esposa. Empecé a salir con ella y finalmente entablamos una relación sentimental. Rebeca sabía que era viudo y que tenía dos hijos menores y que en algún momento tendría que conocerlos, pues mis planes con ella eran a futuro.
Sin embargo, doctora, al año de estar juntos le dije que era tiempo de que conociera a mi familia para que los chicos poco a poco se fueran acostumbrando a su presencia y lo que hizo Rebeca fuer aplazar ese encuentro.
Siempre buscó pretextos para conocer a los chicos y yo dejé pasar el tiempo para no presionarla y no perjudicar la relación.
Pero ya pasaron dos años desde que estamos juntos y Rebeca seguía dándole largas al encuentro con mis hijos, hasta que decidí darle un ultimátum diciéndole si en realidad quería comprometerse en serio conmigo y hacer una vida juntos.
Pensé que con ese ultimátum se decidiría a conocer a mi familia, pero su respuesta me sorprendió y me decepcionó. Me dijo que estaba dispuesta a conocer a mi hijos pero que no tenía la menor intención de vivir con ellos y de criarlos y que para ser felices bien podría llevarlos a vivir con mis padres o mis suegros y que sólo fueran a visitarnos.
No sabe el dolor que me causaron sus palabras, doctora. Obviamente la relación acabó ahí, pero confieso que sigo amándola y extrañándola.
CONSEJO: Lo mejor que hiciste fue dejarla. Tus hijos son primero y aún así ames a la tal Rebeca, ella no te ama igual. Recuerda que amor es sacrificio y si realmente te quisiera también querría a tus hijos.
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