FEDERICO (44, San Borja).- Mi esposa es un dechado de virtudes, doctora, pero lamentablemente el único defecto que tiene nos está acarreando una serie de problemas en casa y con los vecinos.
Me enamoré de Marita porque es una mujer dulce, muy delicada y de hablar suave, pero una fiera en la intimidad, pues en la cama se vuelve una mujer salvaje que me deja más que satisfecho.
Y precisamente por esa fogosidad que tiene cuando hacemos el amor es que hemos tenido serios inconvenientes.
Ya desde la luna de miel los huéspedes de las habitaciones contiguas en el hotel se quejaron de los gemidos tan fuertes de mi mujer, pues no sé por qué no se controla y grita demasiado.
En los cuatro años de casados nos hemos tenido que mudar tres veces porque los vecinos se quejan y hasta nos tocan la puerta pidiéndonos cordura. Y claro, a la mañana siguiente me muero de vergüenza cuando me encuentro con ellos y mi mujer no quiere ni salir de la casa.
Lo peor, doctora, es que mi hijito está creciendo, ya tiene tres años y en más de una oportunidad se ha despertado y se ha puesto a llorar o nos toca la puerta, pues cree que algo malo le pasa a su mamita.
He conversado con mi esposa sobre lo que le ocurre y le pido que trate de aguantarse sus gritos. Ella me dice que trata de no gritar pero que no se puede contener, que se le salen cuando estalla de placer y, como usted comprenderá, no puedo ni ponerle la almohada encima para acallar sus gritos, pues tengo miedo de asfixiarla o lastimarla.
Ahora me atormenta la idea de saber que en un mes mi mamá llegará de provincias para hospedarse por unas semanas en mi casa y en todo ese tiempo tendré que aguantarme las ganas de estar con mi esposa, pues de lo contrario se enterará cada vez que hacemos el amor.
CONSEJO: Quizá deban buscar ayuda de un especialista para que la ayude a controlar sus emociones. Y si no resulta, tendrás que poner aislante de ruidos en las paredes, techos y puerta de tu habitación.
Me enamoré de Marita porque es una mujer dulce, muy delicada y de hablar suave, pero una fiera en la intimidad, pues en la cama se vuelve una mujer salvaje que me deja más que satisfecho.
Y precisamente por esa fogosidad que tiene cuando hacemos el amor es que hemos tenido serios inconvenientes.
Ya desde la luna de miel los huéspedes de las habitaciones contiguas en el hotel se quejaron de los gemidos tan fuertes de mi mujer, pues no sé por qué no se controla y grita demasiado.
En los cuatro años de casados nos hemos tenido que mudar tres veces porque los vecinos se quejan y hasta nos tocan la puerta pidiéndonos cordura. Y claro, a la mañana siguiente me muero de vergüenza cuando me encuentro con ellos y mi mujer no quiere ni salir de la casa.
Lo peor, doctora, es que mi hijito está creciendo, ya tiene tres años y en más de una oportunidad se ha despertado y se ha puesto a llorar o nos toca la puerta, pues cree que algo malo le pasa a su mamita.
He conversado con mi esposa sobre lo que le ocurre y le pido que trate de aguantarse sus gritos. Ella me dice que trata de no gritar pero que no se puede contener, que se le salen cuando estalla de placer y, como usted comprenderá, no puedo ni ponerle la almohada encima para acallar sus gritos, pues tengo miedo de asfixiarla o lastimarla.
Ahora me atormenta la idea de saber que en un mes mi mamá llegará de provincias para hospedarse por unas semanas en mi casa y en todo ese tiempo tendré que aguantarme las ganas de estar con mi esposa, pues de lo contrario se enterará cada vez que hacemos el amor.
CONSEJO: Quizá deban buscar ayuda de un especialista para que la ayude a controlar sus emociones. Y si no resulta, tendrás que poner aislante de ruidos en las paredes, techos y puerta de tu habitación.
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