ENRIQUE (33, Santa Catalina).- La felicidad duró poco en mi matrimonio, pues mi esposa ha cambiado mucho en los últimos meses.
Cuando nos casamos hace un par de años, Rosimar era una ferviente católica que iba a misa cada domingo puntualmente y llevaba una vida tranquila.
Conservó su pureza hasta que nos casamos y yo supe respetar su parecer. En el tiempo que duro nuestro noviazgo yo siempre la respeté y acompañaba a misa.
Jamás se le ocurrió pedirme que yo también fuera a su Parroquia porque decía que las cosas no deberían hacerse de manera obligada.
Sin embargo, doctora, hace unos meses Rosimar se encontró con una tía que no veía hace tiempo, volvió a frecuentarla y de pronto cambió de religión.
De la noche a la mañana se volvió evangélica y empezó a cambiar por completo, a querer imponerme que yo también participe de su nueva Iglesia y a ponerse más radical en cuestiones de diversión.
Ya no vamos a discotecas porque dice que bailar es pecaminoso. Después de haber sido asiduos a las pistas de baile ahora cuando quiero escuchar salsa o cumbia tengo que ponerme mis audífonos para no molestarla.
Tampoco toma licor y si vamos a una reunión no quiere que yo tampoco brinde con mi familia o amigos. Es decir, de la mujer comprensiva y respetuosa no queda nada, pues se ha vuelto muy autoritaria.
Pero lo peor de todo es que por las noches, cuando la busco para hacer el amor no quiere y se pone a leer la Biblia y me pide que la escuche. No estoy en desacuerdo con que lea el Evangelio, lo que no me parece es que me tenga abandonado en la intimidad y que nuestra relación se esté deteriorando por su fanatismo.
CONSEJO: Debes conversar seriamente con tu mujer y decirle cómo te sientes y que está poniendo en riesgo la relación para que se dé cuenta de lo que hace. Si te quedas callado la situación empeorará y será irreversible.
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